martes, 3 de marzo de 2009

Teléfono descompuesto

Esto es un punto aparte. Como una especie de asterisco en mi relato. Patricio me hizo muchas maldades, que iré contando a lo largo de estos días. Muchas. Me lastimó en demasía. Me hirío como nunca antes lo había hecho nadie.
El sábado pasado fui a su pueblo. El sabía que yo iba, por amigos en común. (que, aquí entre nos, son los amigos de él, que me siguen tratando y no pueden creer las cosas malditas que me hizo y ya no lo soportan -según sus propias declaraciones-). Me preguntó dos veces durante la semana anterior si iba a ir para allá. Me escribió el sábado ni bien llegué a su ciudad, diciendo que él no iba a salir, que si quería ir para a su casa.
Y no le respondí. Tuve la fuerza, la constancia, la entereza, la tenacidad y la voluntad para evitar responder el maldito mensaje. No sé cómo. No sé de dónde saque energía para no tocar el teléfono y dejarlo quietito adentro de mi bolso. Rasguñé las paredes, me tragué las ganas de verlo, soporté la necesidad de abrazarlo, sentí un nudo en la garganta, pero dije NO. Si flaqueaba y le respondía, terminaba durmiendo con el enemigo, eso era seguro. Le contesté recién a las 7 de la mañana cuando me volvía para mi casa y ya no había riesgo de acceder a su propuesta, diciendo que no había escuchado el celular porque estaba en el boliche. Me hizo una escena típica de telenovela mexicana porque no le contesté. Lo lamento.
Eso si:
- Mis amigas me aplaudieron y festejaron como si fuese un cumpleaños.
- Mi mamá se puso contenta.
- Mi psicóloga me felicitó 40 veces.
- Me sentí orgullosa de mí misma.

Faltaba que sonara de fondo la música del Cofre de la Felicidad de Feliz Domingo, y estaba realizada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario