lunes, 9 de marzo de 2009

Buenas tardes, Mucho Gusto.

En una de las oportunidades en las que viajé a Azul para verlo (si mal no recuerdo fue la 3era vez que iba desde que empezamos a salir, a mediados de febrero de 2008) me llevaron mis padres hasta allá, y aprovechamos para salir a comer con mis tíos también. Le avisé a Patricio y quedamos en que me pasaba a buscar a eso de las 11 por el restaurant, una vez que yo terminara de cenar, así nos íbamos a dar unas vueltas juntos. Cualquiera en mi lugar hubiese pensado que me iba a mandar un mensaje avisando que estaba afuera, o que me iba a hacer sonar el celular, o que iba a tocar bocina desde la calle. Pero no.
Mientras estábamos charlando con mi mamá y con mi tía acerca de las características, cualidades e imperfecciones de mi última adquisición (en este caso Patricio), veo que él estaciona, se baja de su auto, entra al local como si nada, camina hasta nuestra mesa y empieza a saludar con un beso y con un “Mucho gusto, encantado” a cada mi mamá, mi papá, mi tío y mi tía.
Casi me agarra un síncope de la sorpresa –y también, lo reconozco, de la felicidad-. Me levanté de mi silla, y lo único que atiné a decirle a todos fue “El es Patricio”. O sea, no es lo más normal que el flaco con el que estás saliendo, al mes y algo de conocerte, entre a un restaurant y se presente ante toda tu familia. En ese caso, o en su cerebrito está proyectando algo con futuro con vos, o es un caradura sin vergüenza que lo único que quiere es joderte la vida. Mi conciencia apostó por la primera opción entonces. Evidentemente, iba todo de lo más bien, de lo contrario jamás de los jamases hubiese tenido la idea de conocer a mis padres de sopetón. Además, si te animás a enfrentar la cara de la familia de tu chica por primera vez, a mi entender significa que la cosa va en serio , y que no soy cualquier mina para él.
Después de que saludó a todos, lo único que se cruzaba reinteradamente por mi cabeza era salir de ahí lo antes posible. El corazón me latía a mil por hora. Pero no de nervios, sino de amor. Y tal fue mi felicidad, que salimos del restaurant, y fuimos derecho a un telo. Y fue la primera vez que iba. Imagínense.

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